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Vivir en un barco

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Las ventajas de vivir en un barco

A unos les apasiona navegar. Otros quieren sentirse más libres o no pagar una hipoteca. Todos tienen en común que han elegido una embarcación para vivir, una moda que crece en España. La venta de naves de recreo aumenta a un ritmo del 8% anual y en puertos deportivos con el de Port Vell de Barcelona viven ya 150 personas.

Un barco medio paga unos 500 euros al mes de alquiler. ¿Se apunta?

«Teniendo tanto mar, ¿por qué no podemos vivir en un barco? Yo estoy intentando convencer a mi mujer para que nos traslademos a uno», confiesa esperanzado Horacio Planas, comercial náutico en Barcelona. Como mínimo, aconseja vivir en uno de 10 metros de eslora, por aquello de las estrecheces. Aunque puntualiza: «En realidad, lo más interesante es el entorno, no el espacio».

Puede que todavía resulte extraño, pero sólo es cuestión de dar el paso. Poco a poco, residir en un velero o un yate a motor podría instaurarse como un estilo de vida reconocido en España. Si bien no hay ningún tipo de censo al respecto, sí se dan circunstancias que pueden facilitar el desarrollo del fenómeno. Según se desprende del último informe económico sobre la náutica de recreo de la Asociación de Industrias, Comercio y Servicios Náuticos (ADIN), en 2003 aumentaron en un 8% las matriculaciones de este tipo de embarcaciones, encabezando la lista Baleares, Palamós (Girona), Barcelona y Alicante.

Del total de barcos matriculados en España, un 90% son de recreo. Lo que más lamenta Planas es el poco uso que se hace de las embarcaciones. De hecho, aquí un navío se utiliza unos 30 días al año por término medio. «Aire, sol y tranquilidad es lo principal que puede aportar un barco en aguas del Mediterráneo», afirma ilusionado el comercial.

En nuestro país, la gran mayoría de los habitantes de barcos son extranjeros, con una considerable colonia anglosajona. En Torrevieja (Alicante) suelen predominar alemanes e ingleses, pero no utilizan naves a motor. Se decantan por veleros de 10 o 12 m eslora. Algo similar sucede en Baleares, aunque la estancia en las embarcaciones se ve incrementada en verano. Según datos de 2004, tener un barco de 15 metros amarrado en Ibiza en temporada alta puede costar unos 100 euros diarios. Los amarres son, además de un rasgo de clase social, un reclamo turístico de gran importancia para el entorno y las aguas que ocupan.

En el caso de Barcelona, el Port Vell cuenta con la ventaja de estar perfectamente adaptado a la ciudad. A pocos metros del centro urbano, los vecinos extranjeros se sienten muy cercanos a la comunidad española. Para facilitar la integración, se dan clases de español y los más veteranos hacen de cicerones para los recién llegados.

Alquiler de barcos para vivir

«En la primera semana, nuestros vecinos vinieron a presentarse y a explicarnos lo esencial para organizar la vida en un país extraño, como dónde queda el supermercado más cercano y más económico», explica Scott Flanders, que llegó el año pasado a Barcelona con su esposa Mary. Aunque no todos son partidarios de darse a conocer, la pareja dispone de una lista elaborada por los miembros de la comunidad, con los nombres de las embarcaciones, el pantalán que ocupan, a qué se dedican los dueños o inquilinos y de dónde proceden.

Usuarios.

Los perfiles son muy diversos. Destacan los jubilados que viven de rentas solos o en compañía, los solteros, las familias con uno o dos críos y las parejas jóvenes que acaban de dar el paso. En general, suelen tener ciertos conocimientos de navegación, aunque no es una condición indispensable. «Con saber lo básico sobre mantenimiento, puedes vivir perfectamente. Otra cosa es que lo uses también para navegar», asegura Miguel Luque, comercial náutico afincado en el Port Olímpic de la capital catalana.

Luque es especialista en vender barcos para vivir. Sobre las dimensiones, lo tiene claro: «Yo sería capaz de residir en uno de ocho metros. Es más fácil de limpiar y hay que tener en cuenta que no puedes llenarlo de muchas cosas». Acostumbrado a ver familias con niños, aconseja: «Para una pareja con un hijo, recomiendo uno de 12 metros». El comercial reconoce que cada vez hay más gente que opta por esta forma de vida, una opción que no resulta tan descabellada si se echa un vistazo al precio que alcanzan los pisos en las grandes ciudades. La motivación económica puede justificar en muchos casos la decisión de vivir a flote.

El caso de Barcelona es excepcional. Unas 150 personas viven ya en sus barcos amarrados en el Port Vell y más de un centenar de embarcaciones aguarda en la lista de espera para encontrar un lugar donde ubicarse. Los precios de los alquileres responden a dos criterios determinantes: la temporada y la eslora de la embarcación. En el Port Vell, residir en un barco medio en otoño e invierno cuesta alrededor de 300 euros al mes. Muy económico teniendo en cuenta que con el alquiler del amarre de un barco de estas dimensiones, el agua y la luz se incluyen en la tarifa. Si la embarcación mide 12 m, la cosa asciende a casi 400. Si la embarcación es de 10 m de eslora, el precio se acerca a los 290. Eso sí, en verano, las tarifas aumentan una media de 200 euros.

A favor de la vida en el puerto hay que destacar, además, la seguridad. Este peculiar vecindario a la intemperie dispone de un circuito cerrado de televisión y de vigilantes por turnos. Para acceder a cada pantalán es necesaria una tarjeta, facilitada sólo a los usuarios, que abre únicamente el espacio donde uno tiene amarrado su barco. Cada casa flotante tiene una sola llave.

Así se puede entender que la demanda en amarres supere en más del doble a la oferta. El informe de ADIN establece que España tiene sólo 107.894 amarres para un parque náutico de 229.000 embarcaciones. El litoral mediterráneo es el que dispone de instalaciones de mayor capacidad. Según Xavier Mangrané, presidente de la Asociación de Puertos Deportivos y Turísticos en Cataluña, en los meses de verano estas costas reúnen el 70% de los barcos de recreo de toda Europa. Por otro lado, los barcos de tipo medio son muy asequibles en nuestro país. Uno de 12 metros de eslora se puede adquirir por 60.000 euros, pero en el mercado de ocasión se pueden encontrar embarcaciones de vela de 10 m por menos de 30.000. Este tipo de negocio es muy activo. En el Port Olímpic de Barcelona, un particular pone a la venta su barco de 10 metros por 56.000 euros. En el mismo lugar, la embarcación de ocho metros de otro anunciante cuesta poco más de 31.000 euros.

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